Ensayo: Organizaciones ante un mundo en
ebullición: tecnología, cambio climático y responsabilidad socioambiental, pandemia.
Resumen
Este ensayo trata de la realidad que las organizaciones están
experimentando en esta segunda década del siglo XXI. El uso intenso de la
tecnología, que ha ido transformando los procesos de trabajo, los sistemas de
información, los cambios de comportamiento de una forma nunca vista, junto con
el desafío que ha traído el cambio climático, con consecuencias que pueden ser
irreversibles, llevan a estas mismas empresas a un estado de alerta constante,
dado que el mercado global extremadamente competitivo, no da una segunda
oportunidad a aquellos que no pueden adaptarse o, mejor aún, estar a la
vanguardia de los movimientos globales. Si eso no fuera suficiente, surge una
pandemia que nadie imaginaba que pudiera ocurrir en este momento, tomando por
asalto a la sociedad humana.
Con
ello se puede afirmar que las organizaciones viven en un mundo en ebullición,
en el que sólo con una acción afirmativa, una atención extrema a los
movimientos del mercado, actualización tecnológica, espíritu de cooperación y
colaboración, aún con un sentido de colectividad, pueden hacer frente a este
desafío y lograr perpetuarse.
Palabras-clave: cambio climático, responsabilidad
socioambiental, tecnología, pandemia
Introducción
Los
imperativos de la tecnología y de la organización, y no las imágenes de la
ideología, son los que determinan la sociedad moderna.
J.K. Galbraith
La
llamada Revolución Industrial, que comenzó en la segunda mitad del siglo XVIII,
provocó una extraordinaria transformación en la sociedad, particularmente en
Europa y los Estados Unidos, cuando los nuevos métodos de producción, el
desarrollo de la ciencia y la tecnología provocaron profundos cambios en las
relaciones laborales, en el proceso de urbanización, en los ingresos de los
trabajadores y en la expansión económica.
En
la segunda década del siglo XX, estalló la Primera Guerra Mundial, o la Gran
Guerra, que involucró a las principales potencias mundiales, matando a millones
de personas, gracias a la evolución tecnológica que hizo posible el desarrollo
de máquinas de guerra y otras armas de gran letalidad, causando profundas
marcas en la sociedad, revoluciones, cambios políticos.
Otro
acontecimiento extraordinario fue la Segunda Guerra Mundial, a finales de la
mitad del siglo XX, en la que también se produjeron profundos cambios en la
sociedad, después de millones de muertos y una nueva organización política
mundial, también con la promoción de extraordinarios avances tecnológicos, que
culminaron con el lanzamiento de la bomba atómica en Japón, poniendo fin al
conflicto.
Delorenzo
Neto (1986) afirma que "La sociedad siempre ha sido beneficiaria de la
ciencia y la tecnología. Bastaría con comparar los resultados de los progresos
realizados desde la Revolución Industrial en estos doscientos años" (p.
149), lo que corrobora lo anterior. Por lo tanto, es posible analizar los
cambios sociales, y en particular en la esfera organizacional, basados en el
acceso de la sociedad a los recursos tecnológicos.
Otro
aspecto de enorme impacto en las organizaciones y la sociedad en su conjunto es
el tema del Cambio Climático. Aunque las cuestiones relacionadas con el medio
ambiente no son recientes, "sólo en los tres últimos decenios del siglo XX
se introdujo definitivamente en el programa de los gobiernos de muchos países y
de diversos segmentos de la sociedad civil organizada" (Barbieri, 2016, p.
1).
Actualmente,
el tema del cambio climático y el medio ambiente forma parte del mundo
organizacional, ya que la sociedad exige cada vez más acciones que puedan
revertir o al menos detener el proceso de calentamiento global, la destrucción
de los ecosistemas forestales, la extinción de especies, lo que obliga no sólo
a las organizaciones sino a la sociedad en su conjunto a tener actitudes
afirmativas que puedan cambiar el escenario negativo que presenta.
En
la esfera empresarial, surge el concepto de responsabilidad social de las
empresas, cuyo significado es "la promoción de un comportamiento
empresarial que integre elementos sociales y ambientales que no están
necesariamente contenidos en la legislación pero que satisfagan las
expectativas de la sociedad respecto de la empresa" (Dias, 2010, pág. 153).
Finalmente, en un mundo
globalizado, donde los intensos cambios en las relaciones comerciales, en la
política mundial, en la tecnología han traído serios cuestionamientos a los
sistemas económicos, a la desigualdad social, al poder político de las grandes
potencias, surge un problema de dimensiones inimaginables en el campo de la
salud que es la pandemia que el mundo ha venido sufriendo, en la que aún se
tardará en comprender qué, cómo y por qué ocurrió.
Todo
este escenario nos lleva a reflexionar sobre los cambios observados en las
organizaciones en los últimos años, en un mundo globalizado, extremadamente
competitivo, en una sociedad mundial que exige cada vez más nuevos valores,
nuevas actitudes y una mayor responsabilidad de las instituciones con respecto
al trabajo y al medio ambiente.
¿Están
las organizaciones realmente viviendo en un punto de ebullición debido a tantos
cambios en la tecnología, el cambio climático y ahora la pandemia mundial?
Desarrollo
1. La tecnología
Según
el Diccionario de la Lengua Española (2014), la tecnología es un "conjunto
de teorías y técnicas que permiten el uso práctico de los conocimientos
científicos", o bien un " conjunto de instrumentos y procedimientos
industriales de un determinado sector o producto" (pág. 2091).
Es
sorprendente cómo un concepto aparentemente simple puede significar cambios sin
precedentes en la sociedad humana actual. De acuerdo con Oppenheimer (2018),
"los estudios de la Universidad de Oxford han predicho que el 47% de los
puestos de trabajo corren el riesgo de ser sustituidos por robots y
computadoras con inteligencia artificial en los Estados Unidos en los próximos
15 o 20 años" (pág. 11).
Evidentemente,
este impacto se está produciendo de diferentes maneras en los distintos países,
ya que depende de una serie de factores, como los recursos financieros, las
políticas públicas, los intereses de las empresas en el ámbito mundial y local,
la capacitación de las personas para operar los cambios y la movilización de la
sociedad para aceptar o enfrentar esta nueva realidad.
Estos
cambios afectarán a muchas de las profesiones conocidas hoy en día, y en
particular a aquellas cuya actividad puede ser fácilmente reemplazada por
máquinas. El efecto de esta realidad impacta de manera contundente en las
organizaciones, en todos los procesos, cantidad y calidad profesional de los
empleados, en el mercado donde operan, en las regulaciones, exigiendo una
atención y acciones nunca antes vistas en la historia.
En
este contexto, es posible considerar el impacto de las nuevas tecnologías en la
identidad misma de las organizaciones. Baptista y Martínez (2016), afirman que
existe una disonancia real entre las nuevas tecnologías y el entorno
organizativo tradicional, lo que provoca lo que ellos llaman una verdadera
crisis de identidad, que puede incluso afectar al propio éxito de las
organizaciones (p.1).
Así
pues, las organizaciones deben trabajar a fondo en los cambios de sus propias
culturas organizativas para adaptarse a lo nuevo. Las repercusiones en los
empleados son considerables en cuanto a su capacidad de adaptación, en cuanto
al comportamiento, la capacitación y ante la inexorable reducción de personal y
de los salarios y las ventajas.
Además,
según Baptista y Martínez (2016), “En las empresas, los métodos de gestión
castigan a aquellos que no absorben los cambios y reprimen a los que se
distancian de los nuevos estándares de comportamiento que las tecnologías
requieren. Estos factores punitivos son reforzados para ‘garantizar la
supervivencia’ en el sistema. Los propios empleados recriminan a los más lentos
y reescriben la realidad” (p. 1061).
Otra
cuestión que podría observarse en relación con el impacto de la tecnología en
las organizaciones es cuál sería el límite o el alcance del poder que podría
ejercer en los diversos campos. Estaríamos confirmando lo que Deleuze (1990),
ya llamó la "sociedad de control" cuando afirmó que “Las
administraciones a cargo no han dejado de anunciar reformas supuestamente
necesarias: reformar la escuela, reformar la industria […] Es sólo una cuestión
de administrar los últimos ritos y de mantener a la gente empleada hasta la instalación
de las nuevas fuerzas que ya están a la puerta. Éstas son las sociedades de
control, que paulatinamente reemplazan a las sociedades disciplinarias” (p.
184).
Esto
pone de relieve el enorme desafío que enfrentan las organizaciones, que puede
considerarse un verdadero dilema entre su propia supervivencia y el futuro de
los empleados, el futuro del empleo. No se trata sólo de considerar su eventual
función social, que, buena o mala, ha sido considerada con bastante claridad,
cuando la sociedad exige la llamada "responsabilidad socioambiental"
de las organizaciones.
Hay
otro aspecto, desde el punto de vista económico y social que raramente se
discute, que es el hecho de que con el avance tecnológico sustituyendo a las
personas, además de traer el desempleo, con impactos en toda la sociedad y en
las políticas públicas, esto puede causar una reducción significativa en el
mercado de consumo. ¿A quién venderán las empresas sus productos y servicios si
las personas están desempleadas y sin recursos para el consumo?
Beck
(1998), afirma que “En la modernidad avanzada, la producción social de riqueza
va acompañada sistemáticamente por la producción social de riesgos.” (p. 2). En
efecto, esta realidad demuestra que vivimos en una sociedad de riesgos no sólo
permanentes sino crecientes. Las empresas, por un lado, presentan el enorme
reto de vivir en un mundo globalizado y extremadamente competitivo, donde la
tecnología avanza a gran velocidad, pero no para todos, sino para aquellos que
presentan una mayor visión estratégica pero también recursos financieros en un
contexto de políticas gubernamentales adecuadas. Por otro lado, esta misma
tecnología puede poner en las calles a multitudes de desempleados, con pérdida
de capacidad de consumo y graves impactos político-sociales.
Así, como afirma Bauman (2001), “Una vuelta atrás de la
globalización de la dependencia humana, del alcance global de la tecnología y
de las actividades económicas es imprevisible con toda seguridad […] No se
trata de cómo remontar el río de la historia, sino de cómo luchar contra su
contaminación y canalizar sus aguas para lograr una distribución más equitativa
de los beneficios que comporta” (p; 98).
Sin duda, la historia nos dice como el
poder económico termina teniendo prioridad sobre otros intereses. Esta vez, la
amplitud y la velocidad de los avances tecnológicos están afectando a los
diversos estratos sociales. No se trata simplemente de la sustitución, por la
tecnología, del trabajo de los que tienen poco entrenamiento, el trabajo
repetitivo. Médicos, ingenieros, abogados, profesores, contadores, vendedores;
hay una gran variedad de actividades y profesiones en riesgo.
Este
riesgo se refiere a la necesidad de una orquestación entre los gobiernos, las
empresas, los representantes de los trabajadores y la sociedad organizada para
que los avances sean mínimamente armoniosos. Además, no hay que olvidar el poder
que las grandes empresas tecnológicas han estado ejerciendo sobre la sociedad.
Se necesita un freno a todo esto, para que la supervivencia de las
organizaciones y la sociedad en su conjunto pueda ser preservada.
2. El cambio climático y la responsabilidad socioambiental
La Revolución Industrial, surgida
en Inglaterra en la segunda mitad del siglo XVIII, no sólo trajo consigo
importantes cambios sociales y una contribución decisiva a la formación del
capitalismo, sino que también fue el presagio de lo que se llamaría
calentamiento global, gracias a la intensa quema de combustibles fósiles que,
en este siglo XXI, se ha convertido en una agenda permanente no sólo de la
comunidad científica mundial y de los gobiernos, sino también de las organizaciones
y de la sociedad en general, ante sus temibles posibles consecuencias.
Con ello, las organizaciones
en particular se ven obligadas a mantener esa agenda en evidencia no sólo en
sus políticas generales, sino con acciones efectivas en el día a día, lo que
las obliga a mantener estructuras y sistemas de control que puedan probar la
efectividad de sus acciones. Así, en las organizaciones surge el concepto de
responsabilidad socioambiental.
No se trata de algo espontáneo
o lleno de conciencia por parte de los líderes empresariales sobre el problema
del cambio climático, sino de todo un sistema de información de la acción de la
sociedad organizada, la comunidad científica y los gobiernos que tratan de
abordar, si no de revertir la situación, al menos de aliviarla en la medida de
lo posible.
Sin embargo, la cuestión de la responsabilidad socioambiental de las
empresas no es algo nuevo. Para Barbieri y Cajazeira (2016), "Gran parte
de lo que se hace y se piensa sobre este tema se debe a una abundancia de obras
académicas de larga data, que comenzaron a reproducirse con mayor frecuencia a
partir del decenio de 1970" (p.7).
Antes de eso, a finales del siglo XIX y hasta mediados del siglo XX,
este tema se centraba sólo en acciones filantrópicas que serían prácticas
espontáneas, deliberadas para beneficiar a otros. Además, según Barbieri y Cajazeira
(2016), "Andrew Carnegie, un emigrante escocés que acumuló una gran
fortuna en los Estados Unidos a finales del siglo XIX, escribió el libro The
Gospel of Wealth (El Evangelio de la Riqueza), en el que hace una apología de
la filantropía y defiende la necesidad de promover el bienestar colectivo"
(p.7).
Hay varias definiciones de lo que es la responsabilidad social
empresarial (RSE) o la responsabilidad social corporativa (RSC) y, de hecho, no
hay consenso sobre cuál sería la más apropiada. Sin embargo, en la práctica,
según Dias (2017), el concepto de responsabilidad social de las empresas
"promueve un comportamiento empresarial que integra elementos sociales y
ambientales que no están necesariamente contenidos en la legislación pero que
satisfacen las expectativas de la sociedad en relación con la empresa"
(pág. 183).
La
gran pregunta es si las organizaciones, a pesar de registrar las políticas
ambientales en su misión, los códigos de ética y las normas de conducta, están
cumpliendo eficazmente su función de evitar un colapso ambiental o si se trata
sólo de acciones de marketing.
Para
Marques (2018), "En resumen, es una conmoción que la escala actual de la
actividad económica y su constante aumento hayan sido incompatibles no sólo con
las reservas de recursos naturales disponibles, sino también con los
equilibrios del sistema terrestre que han permitido el rápido desarrollo de las
civilizaciones humanas desde el final del último período glacial, hace unos 12
milenios" (págs. 58 y 59).
Esto
significa que las organizaciones tienen ante sí un desafío extraordinario,
porque está claro que es insostenible mantener la producción económica a los
niveles actuales, porque el cuello de botella ambiental ya está presente. El
crecimiento "infinito" tan deseado por el sistema capitalista ha
estado enfrentando serios problemas con el posible agotamiento de los recursos,
si no se hace nada.
La
responsabilidad socioambiental de las empresas contiene dos dimensiones
fundamentales en relación con la empresa, a saber, las responsabilidades
internas y externas.
En
cuanto a la dimensión interna, según Dias (2017), "las prácticas
socialmente responsables se relacionan principalmente con los trabajadores y se
refieren a cuestiones como las inversiones en recursos humanos, la salud y la
seguridad en el trabajo y la gestión de los cambios provocados por la
reestructuración productiva, así como la gestión de los recursos naturales
utilizados en la producción". Esto también incluye todas las acciones,
políticas y programas dirigidos a los proveedores, distribuidores y todos los
miembros de la cadena de producción (p.188).
En
la dimensión externa, señala Dias (2017), "la responsabilidad social de
las empresas se extiende mucho más allá del perímetro de los negocios,
incluyendo a las comunidades locales y a una amplia gama de interesados:
consumidores, autoridades públicas y ONGs que defienden los intereses de las
comunidades locales y el medio ambiente. Incluyen acciones, políticas y
programas dirigidos a cualquier grupo o problema que no esté directamente
relacionado con la empresa a través de una relación contractual o económica.
Esto debe incluir iniciativas de apoyo a la comunidad, donaciones,
participación en foros ambientales, etc." (p.188).
Así, con lo anterior, se puede decir que las empresas, ya sean públicas
o privadas, son agentes sociales y participan activamente en el proceso de desarrollo
no sólo de la sociedad que las rodea. Además, el proceso de globalización, de
las interacciones existentes gracias a la tecnología, termina por integrarlas,
quieran o no, en la sociedad mundial.
De
esta manera, la realidad actual exige a las empresas mucho más que simplemente
emplear gente y pagar impuestos. La responsabilidad socioambiental de las
empresas abarca una gama considerable de acciones que tengan sentido para la
sociedad humana, en la que el desarrollo sea sostenible, obedeciendo al tripié
de lo económicamente viable, lo ambientalmente correcto y lo socialmente justo.
Más
que nunca, las acciones colectivas son absolutamente necesarias para superar
este momento único en la historia de la humanidad. Crozier y Friedberg (1990),
afirman que "la acción colectiva no es un fenómeno natural que pudiera
surgir espontáneamente ni el resultado automático del desarrollo de las
interacciones humanas de una manera dinámica espontánea, ni la consecuencia
lógica de los problemas que deberán resolverse (la suma de las determinaciones
externas)” (p. 1).
Precisamente
por eso, más que nunca, es esencial una acción concertada en la que los
gobiernos, las empresas, la comunidad científica y la sociedad tomen medidas
colectivas a escala mundial para que el futuro no termine en un colapso
ambiental con consecuencias irrecuperables para la humanidad y el planeta en su
conjunto.
3. La pandemia
El final del año 2019 parecía
ser otro período en el que, en gran parte del mundo, se celebra el final de un
ciclo y el comienzo del otro en el que, normalmente, se esperan días mejores,
esperanzas renovadas, en los diversos aspectos de la experiencia humana.
Hablamos de crecimiento económico, una sociedad más justa, más armonía y paz.
Prácticamente nadie en el mundo
podría imaginar lo que la humanidad experimenta actualmente. Bauman (2001),
dijo, con respecto a la globalización, que "Lo que hacemos (o nos abstenemos
de hacer) puede influir en las condiciones de vida (o de muerte) de gente que
vive en lugares que nunca visitaremos y de generaciones que no conoceremos
jamás” (p.1).
Tal vez esta frase nunca ha
sido más relevante y verdadera. La humanidad está pasando por momentos de
angustia, incertidumbre, dolor que nadie podía prever. En lo que respecta a las
organizaciones, esta situación no formaba parte ciertamente de la planificación
estratégica para 2020.
Si la crisis de identidad
organizacional e individual a la que se refieren Baptista y Martínez (2016) ya
era una realidad, más aún en un escenario de absoluta incertidumbre, donde la
mayoría de las organizaciones tuvieron que reducir drásticamente su personal,
revisar toda la estrategia, algunos cambiar el tipo de negocio o simplemente
cerrar las puertas.
Si la globalización era un
fenómeno inexorable, con el advenimiento de la pandemia se está repensando, al
menos en parte. Como cita Canclini (1999), “Pese a estos resultados dudosos la
uniformización en un mercado planetario es consagrada como el único modo de
pensar y quienes insinúan que el mundo podría moverse de otro modo son
descalificados como nostálgicos del nacionalismo”. (p.9).
Ahora es posible analizar de
manera concreta uno de los posibles efectos de la globalización que,
precisamente, ha tenido consecuencias globales, consecuencias que son
extremadamente perjudiciales para las personas, las empresas y los gobiernos.
La aparición de un virus en un ser humano, gracias a la facilidad que promueve
la globalización, ha dado lugar a un fenómeno, un desastre sanitario, que hasta
ahora no se ha tenido una visión exacta de lo que ha sucedido, cómo ha sucedido
y qué hacer para que ya no vuelva a afectar de esta manera a la sociedad
humana.
Por lo tanto, es hora de que
las organizaciones se replanteen sus estrategias, donde no sólo hay que
analizar el mercado competitivo. La complejidad del mundo ha alcanzado niveles
inimaginables hasta hace poco.
Como informa Gantman (2014), “Un
clima cultural de cambio de época se hace evidente en dichos años. Son comunes
lasa alusiones al fin de la historia (Fukuyama, 1992) y la muerte o
irrelevancia de los grandes relatos (Lyotard 1984), mientras que los avances
tecnológicos, a partir de la aparición de la ‘especialización flexible’ y de la
posibilidad de introducir sustanciales modificaciones en las rutinas de trabajo
administrativo, aparecen como el factor condicionante central en el surgimiento
del paradigma por-burocrático.” (p. 38).
De hecho, la complejidad y los
grandes relatos están presentes como nunca antes. El paradigma post burocrático
se muestra como un niño que todavía necesita crecer mucho para poder insertarse
en un mundo donde la imprevisibilidad exige flexibilidad, conciencia,
colaboración y espíritu de colectividad.
Conclusiones
Los
escenarios presentados forman parte de la realidad que el mundo globalizado ha
venido presentando. Las organizaciones han pasado por innumerables momentos de
incertidumbre, revisión de procedimientos, atención constante a los cambios en
el mercado. Evidentemente, estos cambios no se producen sólo a nivel
organizativo, sino que acaban siendo una de las consecuencias de lo que ocurre
con la sociedad, los gobiernos, los intereses de las grandes empresas.
Sucede
que los extraordinarios avances que las nuevas tecnologías han venido
presentando, promoviendo profundos cambios en la forma de trabajar, las
consecuencias de la acción del hombre en el planeta, que ha venido causando
escasez de recursos, extinción de especies animales y vegetales, calentamiento
global y cambio climático, y ahora con otro componente extraordinario que es la
crisis sanitaria sin precedentes, ponen en jaque a las organizaciones,
probablemente como nunca antes se había visto.
Por lo tanto, se puede decir que las
organizaciones viven en un mundo en ebullición, donde hay tantos cambios
profundos y tan rápidos, que es difícil predecir un futuro, aunque sea cercano
para ellas, ya que, a pesar de vivir relativamente una sociedad post burocrática,
con una mayor flexibilidad, información y agilidad, la incertidumbre causada
por estas fuerzas hace que el reto de la supervivencia sea una lucha diaria, en
la que sólo la información fiable, las acciones positivas, la colaboración, la
cooperación, el sentido de colectividad pueden traer un futuro mínimamente
adecuado al de la trayectoria humana lograda hasta ahora.
Bibliografía
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Barbieri, J.C.; Cajazeira,
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Delorenzo Neto, A. (1986). Sociologia
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Atlas.
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Gantman, E.R. (2014). El
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17 n.32 junio, 2014.
Oppenheimer, A. (2018). ¡Sálvese quien pueda! 4. ed. Argentina: Debate.
Real
Academia Española (2014). Diccionario de la lengua española. 23. ed.
CDMX, México: Planeta Mexicana.
Trata-se de um ensaio magnífico que oferece subsídios teóricos sumamente importantes para fazermos uma reflexão profícua em torno do papel das organizações diante das transformações tecnológicas, das mudanças climáticas e da responsabilidade socioambiental.Tudo isso é analisado dentro de um contexto desalentador que envolve o enfrentamento de uma grave crise sanitária que, por si só, consegue gerar uma multiplicidade de grandes incertezas. Felicito o autor pela clareza de suas ideias e, sobretudo, pela lucidez dos argumentos que dão sustentação ao presente ensaio. Parabéns meu caríssimo amigo e irmão Maurício Lambiasi!!
ResponderExcluirMuito obrigado pela gentileza de seus comentários.
ExcluirGrande abraço irmão!
Parabéns, belo ensaio
ResponderExcluirMuito obrigado!!
ExcluirMuito obrigado, grande abraço!!
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